Qué es el edadismo y cómo se relaciona con la discriminación de género

El edadismo (ageism) es un concepto que fue acuñado por Robert Butler en los años 60 para hacer referencia a la discriminación sistemática hacia las personas mayores por ser viejas. El edadismo se basa en una serie de creencias y valores que determinan lo que sentimos y pensamos de las personas mayores y todo esto se refleja en nuestras actitudes discriminatorias que, en la mayoría de las ocasiones, pasan desapercibidas por estar naturalizadas.

La Organización Mundial de la Salud define el edadismo como los estereotipos (lo que pensamos), los prejuicios (cómo nos sentimos) y la discriminación (cómo actuamos) hacia las personas debido a su edad. A pesar de que es un problema del que aún se habla poco, tiene un fuerte impacto en nuestra salud y bienestar. De hecho, según el primer Informe mundial sobre el edadismo, publicado en 2021 por la Organización Mundial de la Salud, una de cada dos personas son edadistas contra las personas mayores. Además, el edadismo se asocia con una menor esperanza de vida, una salud física y mental más deficiente, una recuperación más lenta en casos de enfermedades crónicas, una peor vivencia de la discapacidad y un deterioro cognitivo.

Los estereotipos que existen sobre las personas mayores identifican la vejez con la enfermedad, la fealdad, la dependencia, el aislamiento, la disminución de capacidades… Aunque en los últimos años encontramos cada vez más productos culturales que reflejan la vejez de una forma diversa y con mayor optimismo, los medios generalistas y masivos siguen ofreciendo una visión distorsionada y negativa de lo que implica ser mayor. Los estereotipos asociados a la vejez tienen un impacto muy fuerte en las personas mayores y provocan actitudes discriminatorias, prejuicios, paternalismo e infravaloración de sus necesidades, opiniones, deseos o inquietudes.

Además, estas ideas y creencias provocan que el envejecimiento se perciba como algo ajeno a nuestra identidad, algo de lo que hay que huir o rechazar, algo contra lo que hay que luchar. En el caso de las mujeres mayores, la vejez se percibe con unas connotaciones aún más negativas, marcadas por lo que supone ser vieja en una sociedad machista. En nuestro ideario colectivo, el valor social de las mujeres ha estado ligado a su belleza, juventud y capacidad para ser madres y esposas. Esto hace que las mujeres mayores estén infrarrepresentadas en el cine, la publicidad y en los productos culturales en general y, cuando aparecen, lo hagan desde su rol de abuelas y/o cuidadoras asumiendo un papel secundario o accesorio y cargado de estereotipos: tienen pocos estudios, son débiles y torpes para la tecnología, se ignoran sus necesidades, pensamientos o proyectos vitales y se anula su sexualidad. Además, encontramos también la versión mala de la mujer mayor encarnada en la imagen de brujas, feas o gruñonas.

Esta dicotomía que, por un lado, presenta a la abuelita entrañable (cuidadora y asexual) y, por otra, a la vieja bruja (fea, gruñona, mala) recuerda a los estereotipos de las mujeres jóvenes más frecuentes en los medios de comunicación: buena esposa y madre (cuidadora, obediente, complaciente) y la mujer fatal (mala, misteriosa, atractiva sexualmente). Así, mientras que para los hombres adultos y adultos mayores que aparecen en los medios de comunicación pueden seguir teniendo posiciones de poder y prestigio y tienen parejas más jóvenes y una vida sexual activa, las mujeres mayores se ven limitadas a vidas que siguen estando en relación con los otros y/o cargadas de connotaciones negativas.

Además, las canas, las arrugas y la experiencia son rasgos que pueden ser percibidos como atractivos para los hombres, pero no ocurre lo mismo en las mujeres. Todo esto incide en la forma en la que se trata a las mujeres mayores, pero también en la visión que tienen las mujeres mayores sobre sí mismas y cómo viven su identidad.

Con todo, vemos que los estereotipos y los roles de género y de edad se relacionan y pueden evolucionar y transformarse con el paso del tiempo o con el contexto en el que se vive. Veamos algunos ejemplos de cómo se relacionan el género y la edad durante la vejez:

  • Los roles de género pueden transformarse con la edad. Debido a algunos cambios vitales importantes, las personas mayores suelen desempeñar algunas funciones que no son las asignadas tradicionalmente a su género. Por ejemplo, muchos hombres que, tras la jubilación o al quedarse viudos, asumen tareas domésticas que no habían realizado en otros momentos de su vida. También podemos encontrarnos a hombres mayores que, a pesar de no haberse ocupado del cuidado de sus hijos o hijas, sí que ejercen algunas tareas de cuidados con sus nietos o nietas: van a buscarlos al colegio, les preparan la comida o la merienda, juegan con ellos, etc. Del mismo modo, podemos encontrar a mujeres que, al quedarse viudas, se ocupan por primera vez de la gestión y administración de sus recursos económicos de su hogar con autonomía.
  • La invisibilidad de las mujeres aumenta con la edad. La discriminación por razón de género puede quedar oculta por la falta de datos desglosados por sexo y edad. Es frecuente encontrarnos con estadísticas en las que los datos relativos a las personas mayores se incluyan en un solo grupo como “mayores de 65 años”, sin tener en cuenta las desigualdades de género y las diferencias que pueden existir entre personas de 65 años y personas de 80 o 90 años, por ejemplo. La invisibilidad de las personas mayores y la falta de datos y estadísticas es un gran obstáculo para el desarrollo de políticas y programas con perspectiva de género y de edad.
  • La violencia de género no desaparece con la edad. Las mujeres mayores se enfrentan a distintos tipos de discriminación y violencia basados tanto en su edad como en el hecho de ser mujeres. Sin embargo, existen muy pocas campañas y proyectos de sensibilización y prevención de la violencia de género dirigidas de forma específica a las mujeres mayores y muy pocas campañas de prevención del maltrato a personas mayores que, además incorporen perspectiva de género.
  • Los cambios sociales y físicos que implican el envejecimiento afectan a la identidad de género de las personas mayores. La feminidad y la masculinidad están asociadas a rasgos o valores que pueden desaparecer o transformarse con la edad. Esto puede generar problemas de autoestima o implicar nuevos retos para la propia identidad de hombres y mujeres.
Edadismo y violencia simbólica hacia las mujeres mayores

Existe una estructura social que justifica la violencia y la discriminación hacia las mujeres. Aunque más adelante veremos las características específicas de la violencia de género hacia las mujeres mayores en las relaciones de pareja, en este punto queremos centrarnos en la violencia estructural y simbólica hacia las mujeres mayores. Para comprender mejor la relación entre edadismo y edadismo, vamos a ver cómo algunas formas de violencia y maltrato hacia las mujeres se intensifican con la edad y, en el siguiente punto, veremos cómo algunas formas de edadismo son distintas cuando hablamos de hombres y de mujeres.

Al inicio del libro La dominación masculina, Pierre Bourdieu define la violencia simbólica como la “violencia amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento”.

La violencia simbólica justifica la violencia directa hacia las mujeres y es la que perpetúa las desigualdades de género a todos los niveles. Existe todo un ideario colectivo que reproduce la subordinación de las mujeres en nuestra estructura social y, por ello, para acabar con la violencia machista necesitamos cambiar todo nuestro sistema de creencias.

La violencia simbólica hacia las mujeres se concreta en mensajes más o menos explícitos que humillan a las mujeres por el hecho de serlo y reproducen estereotipos sexistas y machistas. La violencia simbólica también ignora las voces de las mujeres, se burla de sus opiniones o las infravalora. Como veremos a lo largo de este curso, la invisibilización de las mujeres mayores es la base de la(s) violencia(s) que afrontan.

La violencia simbólica o estructural que viven las mujeres mayores también afecta al conjunto de mujeres y niñas. Sin embargo, vemos algunas formas concretas en las que esta violencia se intensifica. Veamos algunos ejemplos siguiendo el estudio “Violencia contra las mujeres mayores. Interacción del sexismo y edadismo”, elaborado por Paola Damonti, Rut Iturbide Rodrigo y Patricia Amigot Leache e impulsado por el Instituto Navarro para la Igualdad.

1. Ser para otros

Desde que nacen, las mujeres aprenden que su valor en el mundo depende, en gran medida, de cuidar a los demás. Las mujeres tienen que cuidar de sus hijas, de su marido, de su madre enferma o de sus nietos. La entrega y el sacrificio que se presupone en las mujeres no es algo específico de las mujeres mayores, pero sí que son aspectos que se pueden intensificar con la edad o que, al menos, se viven de forma distinta con la edad.

Las mujeres mayores suelen asumir una sobrecarga de tareas de cuidados muy grande en momentos en los que ellas mismas pueden necesitar también cuidados y empiezan a tener algunos problemas de salud. Las mujeres mayores suelen hacerse cargo de los padres y/o suegros muy mayores, de su marido (que habitualmente es mayor que ella), de los nietos o nietas y de otras personas enfermas.

Tal y como indican las autoras de este estudio, se trata de una violencia muy sutil que pocas veces se percibe como tal y que, a pesar de las consecuencias que tiene para su salud y bienestar, suelen ser tareas que se asumen desde una voluntariedad o una supuesta voluntariedad. Esta sobrecarga de cuidados tiene unos importantes costes para su salud, ya que muchas veces son mujeres que ya llevan muchos años cuidando de los demás y mucho cansancio acumulado y, además, cuentan con otros problemas de salud y, en algunas ocasiones, serían ellas quienes deberían recibir cuidados. Sin embargo, continúan cuidando de los demás ya que esta es la única forma de recibir reconocimiento y atención por parte de su entorno.

“Las mujeres debaten mucho, es decir, aunque esté hecha polvo voy a seguir cuidando porque es una manera de que me tengan en cuenta, porque si no es el abandono; el abandono, la soledad, y el no encontrarte con recursos. Entonces muchas veces, lo que crea eso son unas dependencias, es decir, son dependencias de los hijos, o de la situación, etc., pero por pura necesidad de no encontrarte sola, porque es o eso, o soledad, no hay otra historia. O me pliego a lo que quieren los hijos, con lo cual estoy en una tiranía y están ejerciendo violencia conmigo, o estoy sola; no me llama nadie, no me vienen a ver, pasan semanas y no me llaman, no sé dónde están, no me dicen nada, ¿me explico? Y la única manera es: “oye que os he hecho las croqueticas, ¿venís a buscarlas?”, y entonces vienen a por las croqueticas y de paso: “hola mami qué tal estás”, o ni siquiera: “chica, cómo tienes la casa”.

“Violencia contra las mujeres mayores. Interacción del sexismo y edadismo”. Testimonio de una de las participantes en el grupo de discusión formado por mujeres mayores que pertenecen a diferentes asociaciones de mujeres existentes en Navarra.

Las autoras de este estudio también señalan la ausencia de tiempo propio como consecuencia de la importancia de ser para los demás. Si aquello que da sentido a su propia identidad es cuidar de las personas de su alrededor, la prioridad va a ser siempre otras personas. Así, algunas mujeres entrevistadas para este estudio señalaban que, con frecuencia, las mujeres dejan de lado sus propios proyectos o actividades porque alguien de su entorno necesitaba su ayuda. Esto también está muy relacionado con otro elemento que emerge de este “ser para otros”, que es la anulación de deseos propios. La configuración de la identidad de género se da a lo largo de la vida y, como hemos dicho, el mandato de “ser para otros” no es algo exclusivo de las mujeres mayores, pero sí se puede ver intensificado.

“Porque mi autoestima depende de eso, es decir, el problema es que tenemos la autoestima propia puesta en eso, y depende, no es una autoestima nuestra, es una autoestima que depende de la estima de los demás, y esa es la dependencia que tenemos, porque si no me valoran, si no me dicen que está muy rico todo, y si no me necesitan, ¿quién soy?, ¿dónde está mi autoestima? Porque por mí misma, mis proyectos son los proyectos de los demás, los míos propios no existen, y eso nos ha pasado muchísimo a las mujeres mayores ¡eh!, que hemos vivido los proyectos de los demás, y hemos estado potenciando los proyectos de los demás, pero hemos olvidado nuestros propios proyectos, incluso trabajando.”

“Violencia contra las mujeres mayores. Interacción del sexismo y edadismo”. Testimonio de una de las participantes en el grupo de discusión formado por mujeres mayores que pertenecen a diferentes asociaciones de mujeres existentes en Navarra.  

2. Infravaloración

La infravaloración de las capacidades, los proyectos y los logros de las mujeres es una constante a lo largo de toda la vida. Sin embargo, en el caso de las mujeres mayores, esta infravaloración también se ve agravada por los efectos de la edad. En nuestra sociedad edadista, se infravalora e invisibiliza a las personas mayores, pero en el caso de las mujeres, es importante tener en cuenta que muchos de los aspectos que se valoran en las mujeres están vinculadas a su juventud: atractivo sexual, capacidad de seducción, fertilidad, etc. No ocurre lo mismo en el caso de los hombres, de quienes se valoran otros aspectos como la inteligencia o la capacidad de liderazgo.

3. Violencia estética e invisibilización

En nuestra sociedad patriarcal, uno de los aspectos que caracterizan el ideal de la feminidad es la belleza. Esta belleza está marcada por unos cánones que son imposibles para la mayor parte de las mujeres, pero que, además, excluyen directamente a las mujeres mayores. Ante la idealización de la juventud, vemos un rechazo constante de la vejez, de los cuerpos viejos, de las arrugas y las canas. El ideal de la eterna juventud también afecta a los hombres, pero de forma muy distinta y con mucha menos intensidad que a las mujeres.

En los medios de comunicación y, en general, en la esfera pública, la visibilidad de las mujeres depende, en gran medida, de su capacidad para resultar sexualmente atractivas a los hombres. Una vez que las mujeres dejan de ser atractivas sexualmente, desaparecen.

Esta invisibilidad es una forma de violencia estética. Aquí podemos ver de forma clara la intersección entre sexismo y edadismo. 

Mira este vídeo de la artista visual y activista feminista Yolanda Domínguez:
https://www.youtube.com/watch?v=gsrijqPOEL8

4. Ausencia de control sobre el dinero

Como ya hemos apuntado en apartados anteriores, gran parte de las mujeres que hoy son mayores se enfrentan a una enorme dependencia económica debido a no contar con ahorros propios, principalmente por haberse dedicado durante toda la vida a los cuidados. Esta situación de discriminación y desventaja puede ir acompañada, además, de una ausencia total del control sobre los recursos económicos familiares. Por otro lado, nos encontramos con las mujeres que, a pesar de tener o haber tenido un empleo, no controlan su propio dinero, necesitan la aprobación de su marido para gastarlo o no se sienten con el derecho a gastarlo en sí mismas.

5. Castigo social si no cumplen su rol

Al igual que en los anteriores aspectos que hemos visto, este también afecta a las mujeres de todas las edades, pero vemos algunos matices distintos en las mujeres mayores. Como también recordaba la comunicadora y activista feminista Elena Fonseca (ver vídeo al inicio de la lección), para las mujeres mayores la vejez es una acumulación de mandatos. Estos mandatos de género funcionan en dos sentidos: existe una sociedad que nos dice cómo tenemos que ser y qué cosas tenemos que hacer (o no podemos hacer) y, por otro, existe un castigo social hacia aquellas que no cumplen con los mandatos establecidos.

De este modo, todas las mujeres que se atreven a no asumir las tareas de cuidados o a comportarse y ser del modo en que la sociedad espera (hablando poco, siendo obedientes, responsables, dulces, etc.) sufren un castigo social. Además, como resultado de haber aprendido e interiorizado ese ideal de mujer al que todas las mujeres deben aspirar, trasgredir los mandatos de género provoca, en muchas ocasiones, un gran sentimiento de culpa.

Es importante señalar en este punto que las mujeres que hoy son mayores han crecido y han sido educadas en un entorno en el que la discriminación de las mujeres estaba aceptada y justificada y que, si nos centramos en España, esa discriminación estaba además reconocida en algunas leyes. Por ello, ser mujeres seguras de sí mismas, tomar sus propias decisiones, salir, viajar, estar solteras o tener relaciones sexuales sin compromiso son aspectos que, si bien pueden ser criticados en mujeres adultas jóvenes, el rechazo social es distinto cuando las mujeres son mayores. Compartimos uno de los testimonios de este estudio:

“Dónde os habréis metido, está loca, está demente, está senil”. Yo tengo una amiga que ha sido concejala de un Ayuntamiento, muy polémica, súper polémica. Tiene 70 años y ahora se ha metido en otra historia y me decía el otro día: he pasado de ser una puta a ser una vieja chocha y senil, menos mal, ya no soy puta, me dice. Pero una mujer peleona, “me han puesto puta toda la vida, y ahora no, ahora me han quitado el título”, ahora es el senil, vieja, chocha. Como que no te permiten, no te permiten.”

“Violencia contra las mujeres mayores. Interacción del sexismo y edadismo”. Testimonio de una de las participantes en el grupo de discusión formado por mujeres mayores que pertenecen a diferentes asociaciones de mujeres existentes en Navarra.
El edadismo hacia las mujeres mayores y el impacto de la discriminación de género a lo largo de la vida

Las personas mayores se enfrentan a situaciones de discriminación, abuso y maltrato por el hecho de ser mayores. Como ya apuntábamos, según el primer informe mundial sobre el edadismo, publicado por la OMS en 2021, la mitad de la población tiene actitudes edadistas hacia las personas mayores. Además, se calcula que el 15,7% de las personas de 60 años y más son víctimas de abuso, aunque considera que esta cifra es muy inferior a la situación real porque muchas personas mayores que son maltratadas no denuncian o no tienen la posibilidad de denunciar. Siguiendo el informe La discriminación por razón de edad en España, publicado por HelpAge España en 2020, podemos considerar la violencia contra las personas mayores como “las acciones u omisiones únicas o repetidas que bien de forma intencionada o negligente se cometen contra personas mayores y vulneran su integridad física, sexual, psicológica o atentando contra su dignidad, autonomía o derechos fundamentales”.

Algunas definiciones añaden que esta violencia se ejerce dentro de una relación de confianza, cuidado, convivencia o dependencia. Sin embargo, aunque las personas con algún tipo de discapacidad o en situación de dependencia pueden tener mayor riesgo de sufrir violencia o abusos, la violencia hacia las personas mayores no solo se da en relaciones de cuidado o dependencia. Además, la Organización Mundial de la Salud y la Red Internacional para la Prevención del Maltrato de las personas mayores también señalan el maltrato estructural y social que existe hacia las personas mayores y que implica discriminación en las políticas gubernamentales, la discriminación en la asignación de recursos económicos o los prejuicios hacia las personas mayores, entre otras cosas.

¿Es igual el edadismo y maltrato que sufren las mujeres por ser mayores que el que experimentan los hombres? Aunque muchas de las violencias que puedan sufrir las mujeres por ser mayores también son experimentadas por los hombres, vemos que la intensidad no es la misma. Además, vemos que, en muchas ocasiones es difícil separar el maltrato basado en el machismo del maltrato basado en el edadismo. Veamos algunos ejemplos.

1. Soledad y abandono

Tal y como se indica en el informe El derecho a los cuidados de las personas mayores, “la soledad no deseada es, probablemente, la situación más cercana a la negación absoluta del cuidado”. El cuidado no es sólo el apoyo necesario para que las personas mayores puedan realizar las actividades básicas de la vida diaria, sino que también implica comunicación, la recepción de solidaridad, información, empatía, acompañamiento o confianza.

La soledad de las personas mayores es uno de los problemas más preocupantes y dolorosos de nuestra sociedad y uno de los temas que más se han abordado cuando se habla de temas relacionados con la discriminación y violencia estructural hacia las personas mayores. Es importante hablar de la soledad no deseada de las personas mayores con un enfoque de género, ya que vemos importantes diferencias debido a factores biológicos y sociales. 

Según la encuesta de hogares del INE de 2019, el 72% de las personas mayores que viven solas son mujeres. Esto se debe, en gran parte, a que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida que los hombres y a que, además, es habitual que exista una diferencia de edad entre los cónyuges. Además, las mujeres mayores que se quedan viudas o se separan se vuelven a casar en menor medida que los hombres. Por otro lado, las mujeres mayores cuentan con menos recursos para buscar apoyo externo cuando necesitan cuidados y tienen menos acceso a las nuevas tecnologías, lo que puede incrementar su sensación de aislamiento o soledad.

2. Infantilización y paternalismo

Una de las actitudes edadistas más habituales es el trato infantilizador y paternalista. Creemos que las personas mayores no son capaces de decidir por sí mismas y que tenemos que protegerlas porque son frágiles. En la mayor parte de los casos, este trato paternalista está normalizado y justificado y suele ejercerse por parte del entorno más cercano. Sin embargo, puede llegar a suponer una grave vulneración de derechos. Si bien este paternalismo también se ejerce hacia los hombres mayores, en el caso de las mujeres este maltrato pude verse intensificado, ya que la discriminación de género sitúa a las mujeres en una posición de menor poder.

3. Discriminación en el mercado laboral

Como ya vimos en la lección 2, la discriminación por razón de edad en el mercado laboral es mayor para las mujeres. Esta violencia estructural también afecta a los hombres, pero adquiere unas características propias para las mujeres, ya que la situación de partida para hombres y mujeres es muy distinta. Debido a la maternidad o la necesidad de ocuparse de tareas de cuidados, las mujeres suelen tener trayectorias laborales discontinuas, lo que las excluye de empleos más cualificados. Esto, unido al edadismo en el mercado laboral, hace que muchas mujeres mayores de 50 años encuentren pocas posibilidades de acceder a un puesto de trabajo y que las opciones se reduzcan a tareas de cuidados o limpieza. Todo ello tiene un impacto en su vida durante su etapa laboral, pero también durante la vejez.

4. Invisibilidad, infravaloración e infrarrepresentación

Otra de las violencias más habituales hacia las personas mayores es la infravaloración e la invisibilidad. En demasiadas ocasiones, las personas mayores no se incluyen en estudios o estadísticas, no suelen aparecer en los medios de comunicación y sus opiniones pocas veces son tenidas en cuenta. Además, encontramos grandes lagunas y sesgos de género y de edad en muchas áreas, donde se agrupan de forma homogénea a personas mayores de 65 años o, incluso, estadísticas que no consideran a las personas mayores de 65 años.

Sin embargo, esta forma de edadismo no es igual para hombres y mujeres. Como ya hemos apuntado, la edad intensifica la violencia estética, la invisibilización y la infravaloración de las mujeres. Esto hace que estén infrarrepresentadas en la toma de decisiones, que sus voces no se escuchen y que sus necesidades no se tengan en cuenta.

5. Menor acceso a los servicios de salud y peores diagnósticos y tratamientos inadecuados

A menudo, las personas mayores reciben una peor atención médica ya que, debido al edadismo, es frecuente que muchos problemas de salud que en otros grupos de edad sería normal tratar o hacer pruebas, en las personas mayores se achaquen a la edad (cansancio crónico, dolores, etc.). En el caso de las mujeres mayores, este edadismo se ve agravado por la discriminación estructural que existe hacia las mujeres, ya que muchos patrones de “normalidad” y de sintomatología de enfermedades siguen estando basado en datos exclusivamente masculinos.