En España, el artículo 14 de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres reconoce a las mujeres mayores como uno de los colectivos de especial vulnerabilidad -junto con las que pertenecen a minorías, las mujeres migrantes, las niñas, las mujeres con discapacidad, las mujeres viudas y las mujeres víctimas de violencia de género- para los cuales los poderes públicos pueden adoptar medidas de acción positiva.

El Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobado por primera vez en 2017, incluye también en el eje 3 a las mujeres mayores como uno de los colectivos de mujeres más vulnerables para a los que hay que prestar especial atención y adecuar los recursos existentes para combatir la violencia de género y se apuesta por convertir a los centros sanitarios en espacios de detección temprana de situaciones de violencia de género, algo que puede ser especialmente útil en el caso de las mujeres mayores. A pesar de ello y de los enormes pasos dados en el último siglo para alcanzar la igualdad, las realidades específicas que afrontan las mujeres mayores aún siguen estando invisibilizadas y contamos con muy pocos datos y estudios específicos que analicen su realidad.

A nivel internacional, vemos que la invisibilidad de las mujeres mayores es uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos. En 2021, se celebró el Foro Generación Igualdad, que culminó con el lanzamiento del Plan de Aceleración Global para promover la igualdad de género. En este foro se celebró el 25 aniversario de la Conferencia de Beijing, la IV Conferencia Mundial de la Mujer, que supuso un antes y un después en la forma de afrontar la igualdad de género y que, por primera vez, incluyó la voz de mujeres y asociaciones feministas muy diversas e hizo referencia a las mujeres de todas las edades en su declaración. Por ello, activistas y organizaciones que trabajan por los derechos de las personas mayores esperaban que el Foro Generación Igualdad de 2021 incluyera una mayor representación de mujeres mayores y que el Plan de Aceleración Global también incluyera algunos de los principales problemas a los que se enfrentan. Sin embargo, el plan sobre justicia y derechos económicos no aborda los problemas económicos que afectan a las mujeres mayores en todo el mundo ni tiene en cuenta el trabajo no remunerado que siguen realizando las mujeres cuando son mayores. Estas grandes lagunas son el reflejo de una sociedad que ignora las necesidades de las personas mayores y en la que la vejez está cargada de connotaciones negativas.

Algunos de los estudios realizados recientemente sobre la discriminación y violencia hacia las mujeres mayores también ponen de manifiesto las dificultades para ofrecer una visión más completa y detallada de su realidad, ya que, en muchas ocasiones vemos que los datos a nivel global muchas encuestas y estadísticas no incluyen a personas mayores de 65 años. Esto hace que aún veamos muy pocas políticas públicas y medidas específicas que incorporen un enfoque de género y de edad de manera simultánea.

A pesar de todo, también nos encontramos que cada vez más mujeres rompen la imagen tradicional de la vejez y se rebelan ante el ideal de feminidad impuesto por una sociedad patriarcal y edadista. Además, también encontramos cada vez más productos culturales que ofrecen una visión distinta de la vejez y más mujeres mayores que protagonizan series y películas que llegan a un público generalista. También nos encontramos cada vez con más activistas e investigadoras que reclaman una gerontología más feminista y un feminismo que valore las experiencias de las mujeres mayores y tenga en cuenta sus necesidades específicas.

Principales áreas de desigualdad: datos y estadísticas

Como ya hemos visto en la primera lección, las mujeres viven más años, pero con una calidad de vida peor. En gran parte esto es consecuencia de la discriminación vivida a lo largo de la vida y de las nuevas formas de discriminación que afrontan al llegar a la vejez. A nivel global, las principales áreas de desigualdad que afrontan las mujeres mayores tienen que ver con sus recursos económicos y la salud.

Independencia económica y empleo

Las mujeres mayores tienen mayor riesgo de pobreza que los hombres mayores. El desproporcionado trabajo de cuidados no remunerado que asumen las mujeres a lo largo de su vida tiene un impacto significativo en sus ahorros e independencia económica. Además, a nivel general, cuando las mujeres tienen empleos formales remunerados, su vida laboral suele ser más corta y asumen trabajos precarios, peor pagados o jornadas parciales en mayor medida que los hombres. Todo ello también tiene consecuencias directas en su situación económica cuando son mayores: además de haber podido ahorrar menos a lo largo de la vida, las mujeres acceden a menos pensiones contributivas que los hombres y sus pensiones son de menor cuantía.

El porcentaje de mujeres mayores que no ha contribuido a la seguridad social es mucho mayor que el de los hombres, lo que implica que tengan una menor protección social. Sin embargo, tal y como muestran múltiples estudios el trabajo no remunerado de las mujeres a lo largo de toda su vida tiene un valor económico, humano y social incalculable. Según el informe “El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente” de la OIT realizado en 2018, las mujeres tienen a su cargo el 76,2 % de todas las horas del trabajo de cuidado no remunerado, más del triple que los hombres. También el estudio “Between work and care Older women’s economic empowerment” sobre el empleo de las mujeres mayores, realizado en 30 países, muestra que las mujeres mayores de todos los niveles de ingresos dedicaban más de cuatro horas diarias, en promedio, al trabajo y la atención no remunerados. Es esencial visibilizar este trabajo y reconocer el valor que tiene para el conjunto de la sociedad y garantizar su protección económica y social.

“Los Estados Parte deberían prestar atención a las mujeres de edad avanzada que, por haber dedicado toda, o parte de su vida, a cuidar de su familia, sin haber desarrollado una actividad productiva que les haga acreedoras a percibir una pensión de vejez, o que no tengan tampoco derecho a percibir pensiones de viudedad, se encuentren en situaciones críticas de desamparo”.
Observación General número 6 sobre los derechos económicos, sociales y culturales de las personas mayores. Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas.

Es fundamental que se refuercen las pensiones sociales o de tipo no contributivo, para todas las personas mayores que por no tener los periodos mínimos de cotización exigidos, no tengan derecho a una pensión contributiva. Estas pensiones no contributivas pueden diseñarse para que alcancen a todas las personas mayores o pueden dirigirse solo a las personas más pobres. En España, para acceder a una pensión no contributiva se ha de acreditar la insuficiencia de los ingresos. Las desigualdades de acceso al empleo y a los recursos a edades más tempranas se reflejan en las cuantías de las pensiones que se reciben una vez se alcanza la edad de jubilación.

Según el informe “El derecho a los cuidados de las personas mayores”, en España, las mujeres asumen el 76% de los cuidados informales. Son mujeres con vínculos de parentesco, fundamentalmente esposas, madres e hijas, que son las encargadas de cubrir las necesidades de la población que precisa de apoyo, como niños y niñas, personas mayores o enfermas, circunscribiendo la provisión de cuidados al ámbito doméstico. El perfil de la persona cuidadora es el de una mujer con lazos de parentesco, con una media de 55 años, casada, con hijos y sin empleo remunerado.

Según las estadísticas del Instituto Nacional de la Seguridad Social, mientras que los hombres cobran una pensión de 1.258 euros al mes, las mujeres 16 Mujeres mayores cobran de media 835 euros. Es decir, de media, los hombres mayores cobran algo más de 5.000 euros al año que las mujeres mayores. Actualmente, existe el complemento contra la brecha de género en las pensiones, que pueden recibirlo las mujeres y los hombres que hayan tenido uno o más hijos o hijas y que sean personas beneficiarias de una pensión contributiva de jubilación (salvo la jubilación parcial), de incapacidad permanente o de viudedad. El complemento parte de una cuantía fija de 378 €/año por hijo, hasta un máximo de 4 hijos y se abona en 14 pagas. Este importe se revaloriza anualmente en línea con el IPC.

Por otro lado, la edad juega un papel muy importante en el acceso a un empleo. Según el “Estudio sobre la percepción de la discriminación por edad en el empleo” publicado por el Instituto de la Mujer en 2029, la sensación general es que la discriminación en el empleo aumenta a partir de los 45 años.

Sin embargo, tal y como muestra este estudio la importancia que se da a la edad en el ámbito laboral es diferente según se trate de mujeres o de hombres:

  • El 60% de las personas encuestadas cree que sí existe diferencias por edad entre mujeres y varones.
  • Dentro de la alta incidencia que se proyecta de la discriminación por edad, las mujeres tienden a aparecer como las más perjudicadas, tanto cuando se es “joven”, 70%, y con más intensidad cuando se “es mayor”, 76%.
  • Entre las mujeres, su autopercepción de ser las más perjudicadas por la edad es todavía más rotunda. Respecto al total, es más intensa su idea de perjuicio cuando se es joven, 77,1%, porcentaje próximo al 79,4% que cree que las mujeres son las perjudicadas cuando se “es mayor”

Vemos que la discriminación en el acceso al empleo afecta a las mujeres en distintos momentos de su vida, especialmente cuando son muy jóvenes y a partir de los 45 años, pero también en edades en las que se espera que las mujeres puedan decidir ser madres (28 – 35 años). 

Salud y calidad de vida

Siguiendo los datos del INE correspondientes al año 2019, los hombres al nacer viven el 85,8% de sus años de esperanza de vida en condiciones de buena salud frente al 81,7% que suponen los años de esperanza de vida en buena salud de las mujeres. A los 65 años, los hombres viven el 63,5% de sus años de horizonte de vida en buena salud frente al 52,6% del horizonte de años de las mujeres. En España, el mayor número de años de esperanza de las mujeres va asociado a peores condiciones de salud que los hombres.

La discriminación de género y la discriminación por edad nos afectan en todos los ámbitos de la vida, pero es importante analizar cómo se reflejan en la vejez y cómo afectan de una forma concreta a la salud de las mujeres mayores. Aunque lo veremos con mayor detenimiento en la lección 3, vivir situaciones de discriminación o violencia tiene unas directas e indirectas en nuestra salud y calidad de vida: desde problemas crónicos de salud, a lesiones, ansiedad o estrés. Por otro lado, la discriminación estructural de género hace que tengan menor acceso a los servicios de salud (debido en gran parte a los menores recursos económicos) y a menudo, una peor atención médica debido a que muchos patrones de “normalidad” y de sintomatología de muchas enfermedades siguen estando basados en patrones y datos exclusivamente masculinos.

Además, existe una gran invisibilización y desconocimiento general de la salud sexual de las mujeres mayores. De hecho, las mujeres que ya no se encuentran en edad reproductiva son excluidas de muchos programas de prevención y estudios relacionados con la salud sexual. Todo ello, influye de forma negativa en su bienestar y en su salud y calidad de vida.

También el grado de discapacidad presenta diferencias entre hombres y mujeres. Los datos de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) reflejan un incremento de la prevalencia de discapacidad entre las personas mayores de 65 años; 22,3% en 2003, 40% en 2006 y 50% en 2017, con cifras muy similares a las de la media europea. El nivel de gravedad de los impedimentos percibidos es mayoritariamente moderado, aunque la severidad de las limitaciones aumenta con la edad. Como muestra el gráfico a continuación, entre los 65 y los 74 años un 56% de las mujeres y un 67% de los hombres manifestaban no padecer ninguna limitación, pero a partir de los 85 años esos porcentajes solo alcanzan el 20% y 30% respectivamente. Con la edad también aumenta el porcentaje de población mayor que percibe limitaciones severas: del 7% al 30% en el caso de las mujeres, y del 5% al 22% en los hombres. Por tanto, la aparición de la restricción de actividad entre las personas mayores no solo comienza a generalizarse a edades muy avanzadas, sino que además su severidad se intensifica.

Padecimiento de limitaciones en la población de 65 y más años (%), 2017.

Fuente: El derecho a los cuidados de las personas mayores. HelpAge International España, 2021.

Estos datos reflejan algunas diferencias entre hombres y mujeres. Mientras que la población femenina padece una mayor prevalencia de discapacidad que la población masculina (con porcentajes sensiblemente superiores de limitaciones moderadas y severas), vemos una mayor proporción de población masculina sin limitaciones.

Es esencial recordar que las limitaciones que pueda provocar una discapacidad no tienen que ver solo con la gravedad y cronicidad de las patologías diagnosticadas, sino también con las barreras que pueden existir en el entorno en el que se vive. Por ello, tal y como se indica en el informe El derecho a los cuidados de las personas mayores, “más que un atributo personal la discapacidad es una construcción social, ya que alude a una situación en la que la vida cotidiana no puede desarrollar al mismo ritmo y forma que la sociedad establece como ‘normal’. En el caso de las personas mayores, la discapacidad suele sobrevenir con la aparición de nuevas patologías cuando estas limitan el desempeño de las rutinas diarias.”

Por otro lado, las mujeres mayores también se enfrentan a un mayor riesgo de soledad y de falta de apoyos, lo que influye de forma directa en su bienestar físico y mental. Según la encuesta de hogares del INE de 2019, el 72% de las personas mayores que viven solas son mujeres. Esto se debe, en gran parte, a que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida que los hombres, pero también a que tienen menores recursos para buscar apoyo externo cuando son mayores y se quedan viudas, y a que las mujeres mayores tienden a volverse a casar en menor medida que los hombres. Además, aquellas mujeres que han vivido relaciones violentas, o muy marcadas por los roles de género, pueden enfrentarse a situaciones de mayor aislamiento social.

Educación y acceso a las nuevas tecnologías

Según el informe El perfil de las personas mayores en España, realizado por Envejecimiento en Red (CSIC), el nivel de instrucción es más bajo cuanto más avanzada es la edad. Gran parte de las personas que hoy son mayores han afrontado épocas de gran escasez y condiciones de vida y de desarrollo que no les permitieron acceder a la educación o continuar sus estudios. En los últimos 40 años, se reducido el analfabetismo y ha aumentado el nivel de estudios de la población mayor.

Por otro lado, los datos de la última Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares (2021), del Instituto Nacional de Estadística, muestran grandes diferencias por edad en el uso de las nuevas tecnologías y el acceso a Internet. Sin embargo, hay grandes avances en los últimos años. De hecho, en 2006 solo un 5,1% de las personas de entre 65 y 74 años utilizaba Internet, frente al 73,3% en 2021.

Además, también se están logrando pequeños avances en el uso de las nuevas tecnologías en mayores de 75 años. Un 31,8% de las personas mayores de 74 años ha utilizado Internet en los tres últimos meses, frente al 27,9% de 2020. Un 20,6% de las personas mayores de 75 años utiliza Internet diariamente (el 17,1% en 2020) y un 7,0% ha comprado online en los tres últimos meses (el 5,2% en 2020). Por sexo, la brecha a favor de los hombres se mantiene a los niveles de 2020 tanto en el uso de Internet en los tres últimos meses (3,8 puntos) como en las compras por Internet (1,1 puntos).