El concepto de “interseccionalidad”

La discriminación pocas veces puede analizarse desde una perspectiva unidimensional. Todas las personas somos complejas: cada una tiene múltiples facetas e identidades interconectadas y cambiantes. Partiendo de la definición de discriminación como trato de inferioridad o desigualdad hacia personas o a grupos debido a su origen, religión, edad, género, opiniones, preferencias políticas, orientación sexual, condiciones de salud o discapacidad, entre otros, es fácil encontrar que una misma persona se enfrente a situaciones de discriminación basadas en varias de estas características.

En los últimos años, se ha generalizado la expresión “discriminación múltiple” para hacer referencia a la superposición de varias discriminaciones en una persona, pero es importante entender el concepto de “interseccionalidad” y cómo el origen de este concepto puede ayudarnos a entender mejor la relación entre género y edad y cómo la discriminación hacia las mujeres mayores no puede entenderse como una suma o superposición de discriminaciones.

Las teorías sobre la discriminación interseccional surgen en la década de los ochenta en Estados Unidos dentro del feminismo negro y chicano para visibilizar las discriminaciones de género, raza y clase social que convergen de forma simultánea en una misma persona. Algunas activistas negras, como Angela Davis o Audre Lorde, consideraban que el feminismo de aquel momento solo representaba los intereses de mujeres blancas de clase media, occidentales y heterosexuales. Por ello, a pesar de que las mujeres racializadas, pobres o lesbianas pudieran compartir gran parte de las demandas de otras mujeres feministas blancas y de clase media, sentían que sus experiencias y discriminaciones eran muy distintas y que ellas se tenían que enfrentar a barreras mucho mayores.

El término de interseccionalidad fue acuñado por Kimberlé Williams Crenshaw en 1989, académica y profesora estadounidense especializada en el campo de la teoría crítica de la raza. Su autora define la interseccionalidad como el fenómeno por el cual cada individuo sufre opresión u ostenta privilegio en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales. Kimberlé Williams Crenshaw utilizó este término para argumentar que el género, la raza y la clase interactúan y definen de forma conjunta una particular situación de desventaja social. La autora definió tres niveles de conectados de interseccionalidad (La Babera, 2016):

  • Nivel estructural. El enfoque de la interseccionalidad permite centrarse en la manera en que las mujeres afroamericanas se encuentran en el cruce entre diferentes sistemas de subordinación y que, por lo tanto, sufren una situación de discriminación distinta a la de las mujeres blancas y de los hombres afroamericanos. Para abordar su situación es necesario considerar en qué medida el racismo amplifica el sexismo y en qué medida la homofobia amplifica el racismo.
  • Nivel político. El enfoque de la interseccionalidad ofrece una perspectiva a través de la cual analizar el sexismo, el racismo, la homofobia y la explotación de clase en las políticas y en los procesos de policy making, considerando por ejemplo en qué medida el discurso feminista marginaliza a las minorías étnicas o a las mujeres con (dis)capacidad, y en qué medida los instrumentos adoptados para garantizar la igualdad de género desempoderan a las mujeres migrantes.
  • Nivel simbólico. El enfoque de la interseccionalidad permite explorar la construcción cultural de los sujetos subordinados, considerando en qué medida el discurso público y los medios de comunicación (re)producen su situación de desventaja y marginalización.

Como decíamos, la teoría de la interseccionalidad nació en Estados Unidos y hace referencia en sus orígenes a la relación entre género, clase y raza. Sin embargo, hoy esta perspectiva se ha extendido y evolucionado, llegando a ser un concepto presente en diversas normativas y recomendaciones que hacen referencia a los contextos de especial vulnerabilidad de algunas mujeres.

Esta perspectiva nos ayuda a entender cómo las desigualdades sociales e institucionales son el resultado de las interacciones de varios factores, como el género, la clase social, el origen, la discapacidad o la edad, entre otros. Como podemos ver en este gráfico, en un sistema social desigual, las personas son oprimidas y discriminadas en función de las múltiples intersecciones de su identidad, que no pueden separar y que están conectadas.

Es importante señalar también que algo que caracteriza la perspectiva de la interseccionalidad es que la identidad no puede considerarse algo fijo, algo que no cambia y que es igual toda la vida. La identidad personal es un proceso continuo que siempre está en construcción y en relación con el contexto social. Por ello, cuando hablamos de discriminación de género, no podemos olvidarnos de que nuestras identidades son cambiantes y complejas y que, a medida que crecemos, pueden aparecer nuevas formas de discriminación y de opresión -por ejemplo, podemos pasar a ser personas migrantes o tener una discapacidad-.

Cuando hablamos de discriminación por razón de edad, es esencial tener presente el concepto de interseccionalidad porque todas las personas pueden ser discriminadas, en algún momento de su vida, por ser demasiado jóvenes o ser demasiado viejas. Además, como veremos a lo largo de este curso, la discriminación por razón de edad puede agravar o intensificar otros tipos de discriminación a medida que pasa el tiempo o puede esta discriminación tenga un impacto mayor durante la vejez.

“Las mujeres pertenecientes a algunos grupos, además de sufrir discriminación por el hecho de ser mujeres, pueden ser objeto de múltiples formas de discriminación por otras razones, como la raza, el origen étnico, la religión, la incapacidad, la edad, la clase, la casta u otros factores. Esa discriminación puede afectar a estos grupos de mujeres principalmente, o en diferente medida o en distinta forma que a los hombres. Quizás sea necesario que los Estados Partes adopten determinadas medidas especiales de carácter temporal para eliminar esas formas múltiples de discriminación contra la mujer y las consecuencias negativas y complejas que tiene.”
Recomendación General N° 25 de la CEDAW.
La diversidad de las mujeres mayores

Al igual que en cualquier otro grupo etario, las mujeres mayores son diversas y sería imposible describir un perfil de mujer mayor. Sin embargo, el enfoque interseccional nos ayuda a tener en cuenta el impacto de la discriminación vivida a lo largo de la vida puede tener un mayor impacto en la vejez y, al mismo tiempo, qué otras formas de discriminación o violencia pueden intensificarse en la vejez.

Además, es importante tener en cuenta y analizar qué aspectos tienen un impacto positivo o negativo en el proceso de envejecimiento de las mujeres. Para ello, es esencial tener más datos, más información, más estudios y contar con sus voces y experiencias. Todo ello no solo nos permitiría contar con medidas para corregir las desigualdades sociales, sino también estrategias que puedan potenciar los recursos y las capacidades propias de las mujeres mayores. Además, tener un mayor conocimiento sobre la diversidad de las mujeres mayores nos ayudaría alejarnos de estereotipos edadistas y machistas y a tener una imagen distinta del envejecimiento, que nos haga mirar al futuro con mayor optimismo.

Anna Freixas Farré ha destacado en diversas publicaciones algunas de las experiencias positivas que viven las mujeres mayores en la actualidad y de las habilidades que han desarrollado a lo largo de la vida (también, marcadas por las desigualdades de género) y que pueden convertirse en herramientas muy potentes para afrontar la vejez con un enfoque positivo. El hecho de haber tenido que afrontar muchas y muy diversas dificultades a lo largo de la vida hace que la resiliencia y la capacidad para sobreponerse a las dificultades sean rasgos muy presentes en las mujeres mayores. La autora destaca que las mujeres mayores son capaces de crear fuertes redes de amistad, de vecindad y de comunidad a través de las que saben compensar algunas de las exclusiones sociales que las afectan. Además, existe un gran número de mujeres que se mantienen activas también durante la vejez, que se interesan por participar en cursos y actividades culturales y sociales y que tienen una gran predisposición para aprender cosas nuevas.

Aunque en el siguiente apartado vamos a hacer una pequeña aproximación a la realidad de las mujeres rurales, es importante no perder de vista la diversidad que encontramos dentro del grupo de las mujeres mayores y las posibles dificultades que pueden afrontar mujeres que tienen alguna discapacidad o que son migrantes, racializadas, lesbianas, entre otras, cuando llegan a la vejez.